Artículo de opinión del autor publicado en el diario La Gaceta
Nuestro modelo de expansión basado en el ladrillo y la obra pública ha llegado a su fin. Los fondos estructurales y las privatizaciones (150.000 y 50.000 millones EUR respectivamente, desde la entrada en la UE), han sido empleados sin disciplina y sin contar con la iniciativa privada. El crédito a familias y empresas superó el 80% y 90% del PIB en 2009 (50% y 65% en Europa). Según McKinsey Global Institute, del 2000 al 2009 hemos pasado de una deuda (Estado+empresas+familias+entidades financieras) del 193% del PIB al 366% y una economía está en peligro al 300%. Endeudarnos en actividades productivas para ser más competitivos generaría ingresos futuros, pero colapsarnos con las urbanizaciones del Mediterráneo nos ha empobrecido. Nuestra debilidad radica en que la masiva deuda privada y pública está en manos extranjeras (71% en 2008).
La
expansión ocultaba un gran déficit estructural y cuando la economía cayó
arrastró al Estado, pues en la caja no había recursos para las vacas flacas:
Condonamos grandes deudas y damos cuantiosos donativos a otros países; acogemos
en nuestra sanidad y educación a todos (hasta
banqueros que cobran el paro o pensionistas multimillonarios, según Maravall);
disponemos de una Administración central y 17 CC.AA. sobredimensionadas
(duplicidad de organismos, televisiones, empresas públicas, etc.); pagamos
sueldos a centenares de asesores; tenemos docenas de universidades casi vacías;
construimos infraestructuras sin usuarios; etc. Todo se justifica como
inversión social: un aeropuerto y AVE en cada capital de provincia; un puerto
en cada recodo de la costa aunque sin calado, superficie portuaria, muelles y
zonas de apoyo, con lo cual las rutas marítimas pasan de largo y las mercancías
nos llegan más caras mediante buques de reparto. Al final, una maraña de obras
públicas y privadas (3’5 millones de viviendas vacías) improductivas.
Los
fondos europeos no cumplieron su finalidad: cohesión social y equilibrio
territorial, ya que la CE advierte que la riqueza se está concentrado en la
media luna que conforman las provincias próximas a la frontera francesa, hasta
Madrid y Baleares. El centro de gravedad de nuestra
economía se está desplazando del norte al este y sur del país, al primarse al Eje Mediterráneo con infraestructuras
terrestres, portuarias, energéticas e industriales. Por el contrario, el
Eje Atlántico pierde población y envejece; a excepción del País Vasco y
Cantabria sus CC.AA. tienen menor industrialización y servicios. La buena
posición geográfico-estratégica del área mediterránea y su potenciación
histórica, no han sido compensadas con medidas que paliaran la depresión
atlántica.
En
resumen, en esta década de vacas gordas hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades y ahora debemos retornar a la disciplina presupuestaria. Esta
política sin cabeza dilapidó las arcas públicas, porque las diversas
administraciones pensaron que todo era jauja y se olvidaron de apuntalar el
Estado de Bienestar.
Un país endeudado hasta las cejas
El
Informe de Competitividad Global 2010-2011 del Foro Económico Mundial, publicado
a principios de septiembre de 2010, sitúa a los países escandinavos entre los
más competitivos del mundo. Por contra, España retrocede hasta el lugar 42 de
139 economías del planeta, al nivel de Puerto Rico y Barbados. Destaca que los
principales problemas de España son: graves desequilibrios, especialmente en
gasto público; alto desempleo, con una de las peores políticas de contratación
y despido; mal ambiente institucional, con escasa credibilidad de los
políticos; y nula relación Gobierno-sector privado.
El
modelo escandinavo es el ejemplo tipo de Estado de Bienestar. Sin embargo,
muchos desconocen que tras la crisis de los 90 acometió profundas reformas,
privatizaciones, liberalizaciones y competencia. Se basa en la colaboración
público-privada, con preponderancia de la iniciativa privada en
combinación con una política que asegura las igualdades cívicas y
territoriales. Ha
sabido conjugar empresa privada y sociedad del bienestar, porque quien crea
riqueza y empleo son las empresas. En el pasado, la mayoría de las
actividades eran monopolios, pero ahora todo está privatizado con tribunales de
la competencia realmente independientes. Ha creado la flexiseguridad:
despidos baratos pero con un generoso subsidio de desempleo y unas agresivas
políticas de inserción laboral. Las empresas en dificultades pueden reducir costes sin
prescindir de plantilla,
y los trabajadores mantener su empleo conciliando vida laboral y familiar.
Los contratos
flexibles unidos a programas de empleo y reducción de parados de larga
duración, han permitido que la crisis no se haya traducido en una sangría
laboral, como en España. El resultado es una sociedad igualitaria, sin pobreza
y alta movilidad social, natalidad, competitividad, innovación, y comercio
exterior.
España
es lo contrario del modelo escandinavo: un país endeudado hasta las cejas,
donde lo público prepondera sobre lo privado, y que cuenta con multitud de monopolios-oligopolios
que empobrecen y generan desempleo. Por ello, tiene mucho que aprender,
especialmente ampliando la colaboración pública-privada para no aumentar el
peligroso déficit público (11’2% en 2009) y no poner en peligro las
infraestructuras estratégicas, ya que son productivas, mejoran las
comunicaciones, elevan la competitividad y garantizan el crecimiento. Para
atraer a la iniciativa privada hay que realizar políticas de evaluación
económica y máxima transparencia, mediante due dilligences que garanticen la
viabilidad de las inversiones, para que las voluntades políticas no se impongan
a la lógica y que los organismo públicos no acometan más obras improductivas e
innecesarias.
Tenemos
que abordar un proyecto integrador de país, porque ya se ha alcanzado una
situación casi insostenible en desempleo (más del 20%) solamente soportado por la
economía sumergida (un 23% del PIB), y debatir sobre lo que tiene justificación económica y social.
Gastar con cabeza
La
inversión pública sólo se justifica sí los beneficios sociales superan a los
costes, y este principio ha sido olvidado. El Estado no supo gastar en función
de nuestra economía real, y este descontrol ha llevado a un gran déficit público
y a proyectos de escasa justificación económica y/o social. Ahora, habrá que
realizar una evaluación objetiva que contemple aspectos socioeconómicos,
territoriales y medioambientales precisos, para priorizar las inversiones más
eficientes y descartar
lo que no sea productivo y/o aporte cohesión. El recorte ya está anunciado,
solo falta saber como y donde. Nuestro país cuenta con:
- Exceso de carreteras en ciertas zonas (con intensidades de tráfico bajas, autovías paralelas a autopistas, etc.) y escasez de otras. En general ya están casi todas hechas, aunque es urgente mantener y mejorar algunas.
- Demasiados aeropuertos y en su inmensa mayoría no rentables, por lo que habrá que estudiar cuales se mantienen. No puede continuar el monopolio de AENA, el gestor aeroportuario con más pérdidas del mundo.
- Multitud de pequeños puertos con escasa viabilidad, donde se han dilapidado enormes recursos. Es necesario uno o dos macropuertos por fachada, ya que necesitamos atraer las grandes rutas marítimas para abaratar las mercancías. Deben ser privados, de gran superficie portuaria, longitud de atraque, ZAPLI, calado (> 22 m), y con tarifas libres.
- Ínfimo transporte de mercancías por FFCC. A pesar de ahorrar energía y costes (congestiones viarias, medioambientales y siniestralidad) su 4% de cuota se debe al monopolio de RENFE, uno de los gestores ferroviarios que más dinero pierde en el mundo. Hay que fomentar la intermodalidad puertos-plataformas logísticas con dos ejes prioritarios: Algeciras-Murcia-Valencia-Barcelona-Francia y Portugal-Vigo-A Coruña-Ferrol-Gijón-Santander-Bilbao-Francia.
- Demasiados kilómetros de AVE. Los trazados que se construyan deben ser mixtos (pasajeros-mercancías ligeras) para poder rentabilizarlos, aunque lo mejor sería apostar por el tren de mercancías convencional al igual que el resto de países europeos. Por otro lado, sorprende que diez empresas españolas hayan presentado propuestas para construir y explotar trazados de alta velocidad en EE.UU., pero ni una sola en España. Algo se está haciendo mal.
- Muchos monopolios y oligopolios. Hay que liberalizar los mercados dando entrada a nuevos operadores para abaratar productos y servicios.
Toda
fiesta tiene su resaca, y los mercados y la UE nos han leído la cartilla y
obligado a severos recortes, donde los errores de unos pocos los pagan como
siempre los más débiles. España tiene que ganar el futuro adoptando virtudes
del modelo escandinavo: esfuerzo, disciplina, austeridad, laboriosidad, empeño
en el trabajo bien hecho, salarios en función de la productividad, tasas de
ahorro elevadas, visión a largo plazo, participación de la iniciativa privada
en los grandes ejes de la economía, I+D+i, etc. Es decir, saber gastar con
cabeza.
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