Artículo de opinión del autor publicado en el diario "Expansión"
Los incendios han vuelto a arrasar miles de hectáreas de nuestros
bosques. Es uno de esos tristes espectáculos que uno no quisiera ver y sí, en
cambio, ignorar, por lo tienen de trágico, de destrucción llevada hasta el
limite de lo desgarrador; de que no va a tener solución ya, y si la tiene habrá
que dejar transcurrir años. El bosque es rico y acogedor, pero
frágil, vulnerable e inflamable. Parece que el ser humano ya se ha olvidado de
que gracias a la riqueza de los bosques ha sobrevivido hasta nuestros días. Aún
a riesgo de ser reiterativo por lo muchas veces dicho, no debemos olvidar que
un incendio provoca:
- Más calor pues, al eliminarse el arbolado que da sombra, desaparecen los microclimas del suelo que retienen la humedad.
- Vientos más uracanados y menor escorrentía ante las tormentas, al no haber masa arbórea ni manto vegetal que los mitigue.
- Más erosión y desertización, al quemarse el manto vegetal.
- Más contaminación, pues las tormentas arrastran las tierras calcinadas que contaminan los arroyos.
- Más impactos ambientales: destrucción del paisaje, polvo y ruidos.
- Menos pastos y, por lo tanto, mayores costes por compra de alimento para la ganadería.
Los factores que inciden fundamentalmente en la existencia de los
incendios forestales son:
- La maleza, muy propicia a la combustión, que ha llenado los bosques al dejar de ser rentable la explotación forestal (según un informe del Senado).
- La estructura de las masas forestales, por realizarse repoblaciones con vistas más a una productividad maderera rápida que, con fines ambientales. Se utilizaron especies de crecimiento rápido (eucaliptos y pinos) que, además, se plantaron excesivamente próximas unas a otras, frente a especies más evolucionadas y poco favorecedoras del fuego (robles, encinas, castaños, etc.).
- Los factores meteorológicos que cíclicamente crean situaciones propicias para el fuego.
El heroísmo no basta
En cuanto a los factores causantes,
el hombre, con un noventa y uno por ciento de los casos, es el gran culpable
(quemas incontroladas, colillas, etc.). Solamente un nueve por ciento de los
incendios forestales se deben a causas naturales (rayos, etc.). No hablemos
aquí de la canallada de los incendios intencionados por váyase a saber qué
oscuras razones imperdonables. Existe, por fortuna, un claro afán de ayudar a
la extinción. Ahora bien poco se conseguirá con carteles, con esloganes, con
campañas bien intencionadas y con la incorporación de nuevos grupos de ayuda
e incluso de heroísmo. Dicen los técnicos que no basta. Y no basta ni bastará
mientras las colillas siguen siendo arrojadas sobre el campo reseco, el fuego
de la comida campera a medio apagar quede como un indicativo de una excursión
despreocupada, el labrador queme con desenfado los rastrojos de sus fincas,
etcétera.
Brigadas forestales
La época estival es
tremenda y esperada con preocupación y con medidas preventivas, que en algunos
casos nada o muy poco pueden hacer contra una propagación vertiginosa o un
viento feroz, como el caso del incendio de Somosierra, en Madrid. Pero en otros casos lo que está claro es que
tan importante es la rapidez de llegar al lugar incendiado como saber
apagarlo. Los mejores medios de apagar incendios son los batefuegos y el conocimiento
del terreno, y ésa es misión de las agrupaciones forestales. Los bomberos, aunque son buenos
profesionales, tardan mucho en llegar a las zonas rurales afectadas y no
conocen bien el terreno. Con ello no se les está descartando, ni tampoco a los
demás servicios; cuantos más, mejor. En 1986 el municipio de Ferrol puso en
marcha la Agrupación de Voluntarios de Protección Civil, formada por jóvenes
equipados con vehículos, teléfonos móviles, y batefuegos, que en los meses de
verano patrullaban constantemente. Evitaron que en los veranos de 1986 y de
1987 se registrasen incendios de importancia. Por su preparación sabían
corno actuar rápidamente y con efectividad ante los conatos de incendio, y si
el fuego se propagaba buscaban la ayuda las brigadas forestales radicadas en
las aldeas del municipio. Aunque la zona es más húmeda que otras partes del
país, sin embargo Ferrol tiene una gran masa forestal, y en los años previos a
la creación de la citada agrupación se habían producido grandes incendios.
Desconozco lo que habrá sido de la misma, pero el ejemplo puede servir para
otras zonas de España.
Se debería fomentar la eliminación de la maleza, mediante el pago de
un canon a los propietarios por hectárea de bosque limpio. En los bosques de
propiedad estatal podrían contratarse personas en paro que contribuyesen, año
tras año, a mantener limpio el bosque, realizar cortafuegos y abrir los caminos
ya existentes que hubieran quedado fuera de uso. También sería idóneo
promover plantaciones con árboles autóctonos, separados entre sí a distancias
adecuadas, tanto en los montes públicos como en los privados (pagando un canon
a los propietarios por árbol autóctono plantado). Todavía no sería suficiente,
pero se habría recorrido un gran camino para atajar la invasión de los
incendios.
Pérdidas
Las cifras de pérdidas que normalmente se publican, corresponden a las pérdidas de lo
tangible. Sin embargo, hay otras pérdidas que no se pueden valorar (las
pérdidas intangibles). Son difícilmente cuantificables los beneficios que
reportan las correctas actuaciones con el paisaje y los procesos ecológicos.
Sería complejo poner precio a la limpieza del aire, la conservación de
especies tanto vegetales como animales, la regulación de las temperaturas y del
caudal de los ríos, la conservación de los pastos, etc. Pero, indudablemente, tiene un valor que,
aunque no se puede tasar, es un ahorro para el bienestar futuro. La vigilancia
y la prudencia deben estar en primera fila ante el fantasma tremendo de los
incendios forestales. Colaboraremos todos para que "algo nuestro no se
queme".