sábado, 14 de octubre de 1995

La situación anémica del capital-riesgo en España

Artículo de opinión del autor publicado en el diario "Expansión"

El capital riesgo, también llamado capital desarrollo sirve para financiar empre­sas mediante la participación en su capital social de forma temporal (entre 3 y 7 años) y minoritaria (entre un 10 por ciento y un 45 por ciento del capital), con apoyo en la gestión (sin intervención, pero con ase­soramiento) y con el fin de obtener plusvalías en la desinversión (revaloriza­ción de las acciones). La financiación se comple­menta con otros instru­mentos: concesión de préstamos, créditos participati­vos, obligaciones, etcétera. En definitiva, es una fuente de aportación de recursos a largo plazo. Hay dos tipos de enti­dades de capital riesgo, cuyos elementos diferenciadores básicos son:
  • Las de capital privado persiguen exclusivamente la obtención de beneficios vía realización de sus plus­valías, y actúan en la selec­ción de las inversiones con criterios meramente empresariales.
  • Las de capital con mayoría pública no buscan sólo la maximización de sus resultados, sino que se cen­tran en prestar servicios a empresas (participadas o no) y en la promoción empresarial.

Comunidades autónomas

Casi todas las entidades de capital riesgo públicas de las CCAA registran gra­ves pérdidas, debido a su excesiva politización. Para evitarlo, sería deseable que adoptasen un modelo de gestión privada, o cediesen la mayoría del capital social al sector privado, permaneciendo en minoría. La participación públi­ca debería servir para apoyar el fomento de la acti­vidad industrial de la región, en tanto que la par­ticipación de entidades pri­vadas garantizaría una ren­tabilidad razonable.

El sector en España no ha alcanzado la difusión de otros países.  Los fondos invertidos a nivel nacional durante 1994 mediante capital riesgo fueron de unos 18.500 millones de pesetas, aunque su poten­cial se calcula en unos 60.000 millones. Un tercio es de origen público, otro tercio de origen privado, y el restante de capital extranjero. A nivel nacional, el sec­tor es escasamente competitivo, con un gran poten­cial de crecimiento, eleva­das barreras de entrada y de salida, limitado poder contractual de proveedo­res y clientes y con una importante amenaza de nuevos entrantes. La masa crítica para una entidad del sector está entre los 5.000 y los 6.000 millones de pesetas y uno de los fac­tores clave de su éxito es la calidad del equipo de gestión, habiendo muy pocos profesionales con experiencia en España.

Potenciar el sector

Para promocionar entidades de capital riesgo, capaces de poner en mar­cha proyectos empresaria­les innovadores, sería nece­sario:
  • Que en las entidades de carácter público se adop­tase un modelo de gestión privada, o que el sector público no interviniese mayoritariamente, dejan­do que los mercados actúen libremente y encuentren los mecanis­mos de financiación ade­cuados.
  • Que el sector público actuase de regulador, potenciando los incentivos como medio de innovación económica en proyectos de investigación básica, que muy difícilmente encuen­tran financiación en el mercado privado. Regula­ción que ya se realiza en parte (CDTI, etc.).
  • Modificar la legislación vigente de las sociedades de capital desarrollo defi­niendo su ámbito, los mecanismos de estímulo y protección, garantizar su solvencia y el cumplimiento de las obligaciones impuestas, así como elimi­nar la obligación de reinversión de las plusvalías obtenidas.
  • Adecuar las actuales disposiciones fiscales (plusvalías y minusvalías en el IRPF e Impuesto de Sociedades, desarrollo de sociedades transparentes, etc.).
  • Favorecer el despegue del segundo mercado para las acciones de las empresa participadas, y permitir la ­cotización de las propia entidades de capita desarrollo en las bolsas.
  • Por último, modificar la normativa de las aseguradoras y los fondos de pen­siones, para que puedan invertir en las entidades de capital desarrollo. La Comisión de las Comunidades Europeas ha recomendado en su documento COM (93) 528 el desarrollo de sistemas ­de financiación a las pymes, destacando los fondos regionales de capital riesgo y las subvenciones de estímulo ­regional a los préstamos para su concesión a bajo interés.