domingo, 8 de octubre de 2000

El renacer de Galicia y los gallegos

Artículo de opinión del autor publicado en el "Diario de Ferrol"


El informe IBECOM 2000 sobre “Imagen externa y aceptación de las CC.AA. en el resto de España”, basado en una encuesta de multitudinaria a lo largo de todo el país, refleja que Galicia es la CC.AA. que mejor sale parada. Al alto nivel del 93% de aceptación de los gallegos, le siguen los valencianos con el 90% y asturianos con un 85%. En el nivel más bajo de aceptación se encuentran los vascos con un 31%. En cuanto a la CC.AA. que más gusta a los españoles es Andalucía con un 75%, seguida de Galicia con el 70%, y de la C. Valenciana con el 63%. En el nivel más bajo de aceptación repite el País Vasco al que sólo un 12% manifiesta deseo de ir, sólo un 10% tiene un proyecto real de visitar, y nada más que un 8% dice que es su comunidad favorita. Sin duda en ello influye altamente el terrorismo. Galicia obtiene grandes resultados fundamentalmente por el atractivo que supone el Camino de Santiago y, a pesar de no ser zona de turismo masivo de playa como Andalucía o Valencia, logra que quienes la visitan, repitan en un 27% de los casos.

Que lejos quedan aquellos años del siglo XIX en que en la Estación del Norte de Madrid se podía leer “hay billetes para perros y gallegos”. El trato ruin era tal que hasta Resalía de Castro llegó a escribir aquellos famosos versos: ¡Castellanos de Castilla, / tratade ven ós galegos; / cando van, van como rosas; / cando vén, vén como negros!..... La pobreza en nuestra tierra era tanta que la emigración era la única salida digna para poder labrar el porvenir. El aislamiento producido por la situación del Finisterre Atlántico y los deficientes sistemas de transporte condicionaba el avance de la región y el desarrollo de la población. Eran tiempos de penumbra, tinieblas, inundaciones y enfermedades, donde la imagen habitual del campo era la de una mujer de negro labrando la tierra para poder obtener un miserable sustento para ella y sus múltiples hijos. A buen seguro que su “hombre” había muerto en la mar o había salido a “hacer las Américas”. Fue tan alta la emigración que había más gallegos fuera que en Galicia, y todavía hoy en Hispanoamérica a todos los españoles les llaman gallegos. Entre 1860 y 1970 salieron 1.200.000 hacia América, entre 1960 y 1980 unos 300.000 hacia Europa y 500.000 hacia el interior español. Años atrás la primera ciudad gallega del mundo fue La Habana y hasta hace dos décadas Buenos Aires.

En el resto de España los empleos que nadie quería los ocupaban los gallegos, donde recibían un trato inhumano similar al actual de marroquíes, polacos, ecuatorianos, o chinos. Eran los últimos de los pelotones en las filas del servicio militar, porque el hambre y la falta de salubridad habían mermado su estatura y curvado sus piernas. Las muchas humillaciones sufridas conformaron a lo largo de siglos un carácter retraído que llevó al famoso mito de la indefinición. Hasta hace bien poco nos repetían continuamente aquello de que: “un gallego en una escalera no se sabe si sube o si baja”. Y de Galicia solamente opinaban que llovía mucho y que nuestra forma de ser provenía de las creencias en las “meigas”. Pero poco a poco los ingresos de la emigración y más recientemente las comunicaciones están dinamizando la tendencia aperturista de nuestra economía, aunque con un retraso de varias décadas respecto al eje mediterráneo. Nuestra personalidad histórica se denotó a lo largo de los siglos por una gran fuerza cultural y una debilidad en lo político, que se mantiene.

Es el triunfo de unos ciudadanos que han actuado y actuamos con humildad. Miles y miles de gallegos que han sembrado y sembramos por el mundo una gran cultura sin la radicalidad de otros, con carácter abierto, ganas de agradar, hacer negocios, y disfrutar de los demás. Sabemos adaptarnos a las circunstancias de cada lugar sin abandonar nuestra propia idiosincrasia. La clave de nuestro éxito parece estar en nuestra capacidad para hacer llegar informaciones de interés social, cultural y turístico sobre nuestra propia tierra. La opinión pública nacional opina que los gallegos somos los ciudadanos españoles que más interés despertamos, los más aceptados fuera de nuestro ámbito geográfico y, por si fuera poco, los que mejor caemos. En la hora de nuestro renacer debemos dar las gracias a todos nuestros antepasados que han luchado por una Galicia mejor.