Artículo de opinión del autor publicado en el "Diario de Ferrol"
El informe IBECOM 2000 sobre
“Imagen externa y aceptación de las CC.AA. en el resto de España”, basado en
una encuesta de multitudinaria a lo largo de todo el país, refleja que Galicia
es la CC.AA. que mejor sale parada. Al alto nivel del 93% de aceptación de los
gallegos, le siguen los valencianos con el 90% y asturianos con un 85%. En el
nivel más bajo de aceptación se encuentran los vascos con un 31%. En cuanto a
la CC.AA. que más gusta a los españoles es Andalucía con un 75%, seguida de
Galicia con el 70%, y de la C. Valenciana con el 63%. En el nivel más bajo de
aceptación repite el País Vasco al que sólo un 12% manifiesta deseo de ir, sólo
un 10% tiene un proyecto real de visitar, y nada más que un 8% dice que es su comunidad favorita. Sin duda en ello influye altamente el terrorismo. Galicia
obtiene grandes resultados fundamentalmente por el atractivo que supone el
Camino de Santiago y, a pesar de no ser zona de turismo masivo de playa como
Andalucía o Valencia, logra que quienes la visitan, repitan en un 27% de los
casos.
Que lejos quedan aquellos
años del siglo XIX en que en la Estación del Norte de Madrid se podía leer “hay
billetes para perros y gallegos”. El trato ruin era tal que hasta Resalía de
Castro llegó a escribir aquellos famosos versos: ¡Castellanos de Castilla,
/ tratade ven ós galegos; / cando van, van como rosas; / cando vén, vén como
negros!..... La pobreza en nuestra tierra era tanta que la emigración era la
única salida digna para poder labrar el porvenir. El aislamiento producido por
la situación del Finisterre Atlántico y los deficientes sistemas de transporte
condicionaba el avance de la región y el desarrollo de la población. Eran
tiempos de penumbra, tinieblas, inundaciones y enfermedades, donde la imagen
habitual del campo era la de una mujer de negro labrando la tierra para poder
obtener un miserable sustento para ella y sus múltiples hijos. A buen seguro
que su “hombre” había muerto en la mar o había salido a “hacer las Américas”.
Fue tan alta la emigración que había más gallegos fuera que en Galicia, y
todavía hoy en Hispanoamérica a todos los españoles les llaman gallegos. Entre
1860 y 1970 salieron 1.200.000 hacia América, entre 1960 y 1980 unos 300.000
hacia Europa y 500.000 hacia el interior español. Años atrás la primera ciudad
gallega del mundo fue La Habana y hasta hace dos décadas Buenos Aires.
En el resto de España los
empleos que nadie quería los ocupaban los gallegos, donde recibían un trato
inhumano similar al actual de marroquíes, polacos, ecuatorianos, o chinos. Eran
los últimos de los pelotones en las filas del servicio militar, porque el
hambre y la falta de salubridad habían mermado su estatura y curvado sus
piernas. Las muchas humillaciones sufridas conformaron a lo largo de siglos un
carácter retraído que llevó al famoso mito de la indefinición. Hasta hace
bien poco nos repetían continuamente aquello de que: “un gallego en una
escalera no se sabe si sube o si baja”. Y de Galicia solamente opinaban que
llovía mucho y que nuestra forma de ser provenía de las creencias en las
“meigas”. Pero poco a poco los ingresos de la emigración y más recientemente
las comunicaciones están dinamizando la tendencia aperturista de nuestra
economía, aunque con un retraso de varias décadas respecto al eje mediterráneo.
Nuestra personalidad histórica se denotó a lo largo de los siglos por una gran
fuerza cultural y una debilidad en lo político, que se mantiene.
Es el triunfo de unos
ciudadanos que han actuado y actuamos con humildad. Miles y miles de gallegos
que han sembrado y sembramos por el mundo una gran cultura sin la radicalidad
de otros, con carácter abierto, ganas de agradar, hacer negocios, y disfrutar
de los demás. Sabemos adaptarnos a las circunstancias de cada lugar sin
abandonar nuestra propia idiosincrasia. La clave de nuestro éxito parece estar
en nuestra capacidad para hacer llegar informaciones de interés social,
cultural y turístico sobre nuestra propia tierra. La opinión pública nacional
opina que los gallegos somos los ciudadanos españoles que más interés
despertamos, los más aceptados fuera de nuestro ámbito geográfico y, por si
fuera poco, los que mejor caemos. En la hora de nuestro renacer debemos dar las
gracias a todos nuestros antepasados que han luchado por una Galicia mejor.