Publicado por el diario EL PAÍS
El ‘Prestige’ sirvió para que A Coruña
impulsara una gran dársena alejada de la ciudad
La construcción costará el doble de lo presupuestado
Greenpeace habla de especulación urbanística
Obras del puerto exterior de A Coruña, en Punta
Langosteira. / XURXO LOBATO
Francisco
Peregil. A Coruña - 18 NOV. 2011
Olvídense por un momento de las grandes
infraestructuras descritas en esta serie. Ninguna de ella resiste la
comparación con el puerto exterior de A Coruña, que empezó a construirse en
2005 a unos 10 kilómetros del que ya existe en el centro de la ciudad. Primero,
porque con los 755 millones de euros (el doble de lo presupuestado) que está
costando construirlo en el mar bravío de Punta Langosteira más los 200 millones
que exige Repsol por el traslado de sus instalaciones petroleras, se podrían
edificar nueve campos como el mal llamado Estadio Olímpico de Sevilla (120
millones de euros), al menos dos Ciudades de la Cultura como la de Santiago
(más de 400), dos aeropuertos como el de Ciudad Real (500) y al menos seis como
el de Castellón con sus halcones incluidos (150). Y segundo, porque muy pocos
proyectos en este país han contando con tantos apoyos institucionales: el del
antiguo alcalde socialista de A Coruña y gran impulsor de la obra, Francisco
Vázquez; el del Gobierno central de José María Aznar; el autónomo de Manuel
Fraga (PP) y más tarde el del bipartito de socialistas y nacionalistas. A
través de Fraga se logró el apoyo de la entonces vicepresidenta de la Comisión
Europea, Loyola de Palacio; y con su ayuda, el compromiso de la Unión Europea
de aportar unos 265 millones de euros. Además, ha contado con el respaldo del
actual ministro de Fomento, José Blanco, quien lo considera “una oportunidad
única” para el desarrollo de A Coruña y Galicia. Entonces ¿cómo se le puede
llamar despilfarro a algo que presenta tan heterogéneos e importantes
avalistas?
Muy
pocos proyectos en este país han contando con tantos apoyos institucionales
Una de las posibles respuestas hay que buscarla
en el entorno de la ex ministra de Fomento Magdalena Álvarez (2004-2009), que
fue el único alto cargo de la Administración que opuso resistencia. Sus
colaboradores veían un dislate aquella operación. “Sufrimos unas presiones
tremendas para aprobar las obras. Porque nosotros vimos desde un primer momento
que aquello era un capricho de rico, era disparar con pólvora del Estado, como
si el Estado fuera un ente abstracto que vive en el más allá y que fabrica el
dinero con una máquina de hacer billetes. Hay tráficos, como le pasa al puerto
de Barcelona, que son molestos para el entorno. Y en A Coruña es evidente que
eso pasa. La mayor parte de los puertos tienen descargas de productos
petrolíferos y la mayor parte de los puertos de España son urbanos. El traslado
hacia otras zonas hay que hacerlo de forma gradual y cuando se tiene dinero
para hacerlo. Pero la solución en A Coruña ha sido muy de ricachón, de decir:
yo cojo, construyo jardines y me llevo el puerto al otro lado. ¿A qué precio?
Pues me da igual, cueste lo que cueste. En España no hemos aprendido que
cualquier obra de estas dimensiones las pagamos todos”, indica un experto
próximo al caso.
El socialista Francisco Vázquez estima que a
Magdalena Álvarez le influyó mucho su entonces secretario general de
Transportes y antiguo director general de Puertos, Fernando Palao. “Este señor,
que había sido director del puerto de Gijón en 2003, decía que este puerto no era
viable, que se lo iba a llevar el mar… Y encima intervenía en Bruselas para que
los fondos fueran a Gijón, en vez de a A Coruña”, señala Vázquez. Fernando Palao, gallego nacido en Ourense hace 65
años, niega rotundamente tal extremo: “Mi cariño por Gijón, donde solo estuve
nueve meses trabajando, no es tan acendrado como para hacer ese tipo de
disparate. Mis argumentos contra el puerto exterior eran y son económicos
(porque no genera ninguna inversión adicional, ni más tráfico del que ya existe
en el puerto interior), financieros (porque no había dinero para financiarlo y
hubo que acudir a una operación urbanística, que está parada por la crisis) y
oceanográficos (porque Langosteira es el peor sitio de la costa española donde
se puede construir un dique)”.
Las
obras, en las que han muerto ya cinco personas, continúan su marcha
Víctor Naya, vecino del puerto exterior, cree que
la obra es un despilfarro porque el nuevo dique se encuentra a unos 20
kilómetros del flamante puerto exterior de Ferrol, incluso se puede ver desde
Langosteira. Sin embargo, los técnicos que se opusieron al desarrollo del
proyecto creen que esa no es una razón consistente, ya que si se decidiera
descargar en Ferrol el petróleo que llega a A Coruña, habría que construir unos
oleoductos subterráneos desde Ferrol hacia la refinería de Repsol en A Coruña
que harían inviable el proyecto. El argumento principal que opuso el equipo de
Magdalena Álvarez es que el puerto interior de A Coruña era más seguro que el
de Langosteira y encima cumplía con todos los requisitos de normativa
medioambiental y de seguridad. Algunos técnicos, además, indicaron que debido a
la agitación de las aguas, Langosteira debería permanecer inoperativo un número
indeterminado de días al año. La Autoridad Portuaria de A Coruña, dependiente
de la Xunta de Galicia y de Fomento, asegura, sin embargo, que todos los
ensayos efectuados hasta el momento acreditan la operatividad durante todo el
año. En unas respuestas remitidas por correo a este periódico, la Autoridad
Portuaria indicó, además, que entre las razones que pesaron para promover la
obra tuvieron gran peso las del medio ambiente, porque con el nuevo puerto se
alejarían de la ciudad “mercancías más sensibles".
“Es cierto que hubo algún problema cuando en los
barrios próximos al puerto se encontraba polvo de carbón en la ropa tendida,
pero se resolvió obligando al concesionario a construir un almacenamiento
cerrado”, indica el citado experto anónimo.
Pilar Marcos, responsable de Costas de Greenpeace,
cree que el daño del tráfico de “mercancías sensibles” es mínimo comparado con
el “destrozo” que supuso construir un nuevo puerto en una zona virgen. “Justificar
un destrozo ambiental porque eres incapaz de corregir las molestias y los
problemas de contaminación ambiental me parece increíble. Lo que había en
realidad era una gran operación especulativa con la que se pretendía financiar
un tercio de las obras. Pero la burbuja ha roto esos planes”, señala Marcos. Las obras, en las que han muerto ya cinco
personas, continúan su marcha, aunque con el gran inconveniente de que el
dinero que se esperaba recaudar con la venta del terreno del puerto céntrico no
termina de llegar. Lo que sí llegó el pasado julio fue el crédito por valor de
250 millones de euros concedido por el ministro de Fomento, José Blanco.
Los enemigos del
proyecto
Francisco Vázquez está convencido de que el
Puerto Exterior ha sido su gran legado como alcalde invicto durante 24 años con
seis mayorías absolutas en A Coruña. Cuando se le pregunta si conoce en cuánto
se ha desviado el presupuesto, responde que ya lleva cinco años apartado de la
alcaldía y que no está al tanto. La obra está costando más del doble de lo
presupuestado, pero el ex alcalde prefiere contar cómo nació la idea en su
cabeza en los años noventa.
“Empecé con la idea en la década de los noventa,
pero siempre me decían en Fomento que era una obra muy cara”, recuerda. Hasta
que tal día como hoy, 19 de noviembre de hace nueve años, se hundió el Prestige
frente a las costas de A Coruña. En medio de la tormenta que se le vino encima
a José María Aznar, Vázquez le ofreció el refugio del Ayuntamiento de A Coruña
para que celebrara un Consejo de Ministros. El socialista fue muy criticado por
eso, pero a cambio consiguió que aprobaran un estudio de viabilidad para su
sueño. La operación parecía muy sencilla: el espacio del puerto actual, en el
centro de la ciudad, se liberaría, se vendería el terreno a las inmobiliarias y
con ese dinero y otros muchos millones se construiría un nuevo puerto, unos 10
kilómetros más allá. “El 40% lo financiaba Europa, el 30% Fomento y el 30% el
propio puerto”, indica Vázquez. Con lo que no contaba nadie era con el pinchazo
inmobiliario.
A lo largo de una década Vázquez se encontró pocos enemigos del proyecto.
“Uno de los más críticos fue Faro de Vigo, porque Vigo tiene también intereses
portuarios. También, El Correo Gallego, porque tenía miedo a que pusiera en
peligro la Ciudad de la Cultura. La delegación EL PAÍS en Galicia también fue
muy crítica. Y un poco los nacionalistas, porque esta era una obra que había
iniciado Paco Vázquez”. El resto, todos aliados.