Artículo de opinión del autor publicado en el diario "Expansión"
En la corta vida de la democracia española, para algunos partidos
políticos el objetivo prioritario fue el poder por encima de los fines. Sin
embargo de cara al futuro de España sería deseable anteponer la emancipación al
poder, y potenciar el diálogo. No existe ninguna alternativa mejor, para una
mayor democracia y progreso, que el consenso continuo.
La pasada legislatura se destacó por la
falta de diálogo político por parte de algunos partidos, no teniendo en cuenta
lo que pensábamos los ciudadanos. Unos negándose a reconocer y depurar las
múltiples corrupciones descubiertas, y otros crispando la vida política. Por
fin han hablado las urnas. Por un lado, separando del poder al PSOE para que
purgue sus escánalos y se renueve, pero manteniéndole firme para que realice
una oposición constructiva y seria. Y por otro, dándole el poder al PP pero no
la mayoría absoluta, para que reconsidere su estrategia y acepte la
pluralidad y la integración autonómica en el proyecto nacional.
La ley electoral y la ley de partidos, que en su momento fueron
útiles para consolidar la democracia, con el transcurso del tiempo aparecen
parcialmente obsoletas. La primera modificación, la más necesaria e
imprescindible, es precisamente la de instaurar por ley el consenso continuo:
Sistema electoral
- El sistema proporcional de listas cerradas corregido por el método D'Hont, actualmente vigente en España, crea diputados cautivos. Al deber el escaño al partido (se eligen siglas y no personas), las votaciones están dirigidas por los portavoces, paralizándose la vida parlamentaria (sumisión a las cúpulas y no a los electores).
- La apertura de listas posibilitando ordenar los nombres, no suele dar resultado. Generalmente se mantiene la lista propuesta por los partidos (caso de Italia o las elecciones sindicales en España). En ciertos países se facilitó la presencia de candidatos populistas, que una vez elegidos y por falta de preparación política renunciaron al escaño, dando paso a los menos votados. La reforma de las circunscripciones con la introducción del sistema mayoritario (vigente en Estados Unidos), es el mejor medio de acercar los electores a los elegidos y favorecer la eliminación del clientelismo y la dictadura de los “núcleos duros" de las formaciones políticas, Sin embargo, penaliza demasiado a los partidos minoritarios, y genera mayorías absolutas y bipolarización.
- La combinación del sistema mayoritario y el proporcional (vigente en Alemania), recoge virtudes de ambos. Estrecha la relación entre candidato y elector, no elimina a los partidos minoritarios, y tampoco lleva a un parlamento con alta fragmentación. A la vez limita las mayorías absolutas, obligando al consenso continuo. Los gobiernos monocolores suelen fomentar arrogancias, crear sentimientos de impunidad entre algunos gobernantes, y propiciar el acaparamiento de todas las instituciones.
Otras leyes necesarias para mejorar el funcionamiento democrático, y
corregir errores del pasado, son:
- Limitación de mandatos. Las corruptelas comienzan a fraguarse, generalmente, a partir del segundo mandato. Esto lleva a la necesidad de plantear por ley la conveniencia de limitar los mandatos de los dirigentes políticos a un máximo de dos legislaturas. No sólo se acotarían las posibilidades de corrupción, sino que se fomentaría la renovación generacional de personas e ideas (las organizaciones actuales no permiten la aparición de personalidades con peso propio) y la modernización de los partidos.
- Incompatibilidades. Hay que frenar cierta desenfrenada carga de stajonavismo político, donde algunos valen para muchos cargos. Bastantes ocupan hasta cuatro o cinco a la vez. Una democracia funcionará mejor si cada persona desempeña un solo puesto (a lo sumo dos con el del partido, y excepcionalmente). Contra esto no vale el argumento de que hay pocas personas preparadas políticamente. La realidad es que no se fomenta la participación y se reparte el poder entre unos pocos.
- Calendario electoral. En la anterior legislatura hemos asistido a un incansable y machaconeante diálogo de sordos: unos pidiendo elecciones anticipadas y otros rechazándolas. Si nos acostumbramos a esto, no se podrá gobernar. Hay que neutralizar por ley la posibilidad de disolución anticipada como principio de legitimación democrática, respetando lo que los ciudadanos hemos votado en las urnas. También en las Comunidades Autónomas (contrario a la pretensión actual), ya que no es difícil imaginar el escenario con diecisiete autonomías y el gobierno central, en caso de mayorías simples.
- Financiación de partidos. Los ciudadanos no comprendemos la ausencia de un reglamento, en la que cada formación reciba el suficiente dinero, con transparencia y control. El percibir oficialmente una parte de lo necesario, lleva al fomento la corrupción. Si al final el dinero sale del bolsillo de los ciudadanos, pónganse las cartas boca arriba y asúmase por todos el coste de una forma transparente. No se puede vivir constantemente bajo un clima de sospecha generalizada de corrupción.
Soluciones consensuadas
En definitiva, es necesario introducir por ley el consenso como alternativa a la situación actual. Nuestra sociedad necesita urgentemente de
soluciones consensuadas, principalmente en política terrorista, autonómica,
de empleo, electoral, de partidos, sanitaria, hidráulica, industrial,
etcétera. Los ciudadanos queremos estabilidad, desarrollo de una base ética,
y una sociedad más justa. Solamente mediante la restauración del diálogo continuo,
se lograrán los acuerdos necesarios para afrontar el futuro, y poder dar a
nuestro país un nivel de bienestar y desarrollo similar a los países más
avanzados de la Unión Europea.