martes, 29 de junio de 2010

El espejismo español


Artículo de opinión del autor publicado en el diario La Gaceta

Nuestro modelo de expansión basado en el ladrillo y la obra pública ha llegado a su fin. Los fondos estructurales y las privatizaciones (150.000 y 50.000 millones EUR respectivamente, desde la entrada en la UE), han sido empleados sin disciplina y sin contar con la iniciativa privada. El crédito a familias y empresas superó el 80% y 90% del PIB en 2009 (50% y 65% en Europa). Según McKinsey Global Institute, del 2000 al 2009 hemos pasado de una deuda (Estado+empresas+familias+entidades financieras) del 193% del PIB al 366% y una economía está en peligro al 300%. Endeudarnos en actividades productivas para ser más competitivos generaría ingresos futuros, pero colapsarnos con las urbanizaciones del Mediterráneo nos ha empobrecido. Nuestra debilidad radica en que la masiva deuda privada y pública está en manos extranjeras (71% en 2008).

La expansión ocultaba un gran déficit estructural y cuando la economía cayó arrastró al Estado, pues en la caja no había recursos para las vacas flacas: Condonamos grandes deudas y damos cuantiosos donativos a otros países; acogemos en nuestra sanidad y educación a todos (hasta banqueros que cobran el paro o pensionistas multimillonarios, según Maravall); disponemos de una Administración central y 17 CC.AA. sobredimensionadas (duplicidad de organismos, televisiones, empresas públicas, etc.); pagamos sueldos a centenares de asesores; tenemos docenas de universidades casi vacías; construimos infraestructuras sin usuarios; etc. Todo se justifica como inversión social: un aeropuerto y AVE en cada capital de provincia; un puerto en cada recodo de la costa aunque sin calado, superficie portuaria, muelles y zonas de apoyo, con lo cual las rutas marítimas pasan de largo y las mercancías nos llegan más caras mediante buques de reparto. Al final, una maraña de obras públicas y privadas (3’5 millones de viviendas vacías) improductivas.

Los fondos europeos no cumplieron su finalidad: cohesión social y equilibrio territorial, ya que la CE advierte que la riqueza se está concentrado en la media luna que conforman las provincias próximas a la frontera francesa, hasta Madrid y Baleares. El centro de gravedad de nuestra economía se está desplazando del norte al este y sur del país, al primarse al Eje Mediterráneo con infraestructuras terrestres, portuarias, energéticas e industriales. Por el contrario, el Eje Atlántico pierde población y envejece; a excepción del País Vasco y Cantabria sus CC.AA. tienen menor industrialización y servicios. La buena posición geográfico-estratégica del área mediterránea y su potenciación histórica, no han sido compensadas con medidas que paliaran la depresión atlántica.

En resumen, en esta década de vacas gordas hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora debemos retornar a la disciplina presupuestaria. Esta política sin cabeza dilapidó las arcas públicas, porque las diversas administraciones pensaron que todo era jauja y se olvidaron de apuntalar el Estado de Bienestar.

Un país endeudado hasta las cejas
El Informe de Competitividad Global 2010-2011 del Foro Económico Mundial, publicado a principios de septiembre de 2010, sitúa a los países escandinavos entre los más competitivos del mundo. Por contra, España retrocede hasta el lugar 42 de 139 economías del planeta, al nivel de Puerto Rico y Barbados. Destaca que los principales problemas de España son: graves desequilibrios, especialmente en gasto público; alto desempleo, con una de las peores políticas de contratación y despido; mal ambiente institucional, con escasa credibilidad de los políticos; y nula relación Gobierno-sector privado.

El modelo escandinavo es el ejemplo tipo de Estado de Bienestar. Sin embargo, muchos desconocen que tras la crisis de los 90 acometió profundas reformas, privatizaciones, liberalizaciones y competencia. Se basa en la colaboración público-privada, con preponderancia de la iniciativa privada en combinación con una política que asegura las igualdades cívicas y territoriales. Ha sabido conjugar empresa privada y sociedad del bienestar, porque quien crea riqueza y empleo son las empresas. En el pasado, la mayoría de las actividades eran monopolios, pero ahora todo está privatizado con tribunales de la competencia realmente independientes. Ha creado la flexiseguridad: despidos baratos pero con un generoso subsidio de desempleo y unas agresivas políticas de inserción laboral. Las empresas en dificultades pueden reducir costes sin prescindir de plantilla, y los trabajadores mantener su empleo conciliando vida laboral y familiar. Los contratos flexibles unidos a programas de empleo y reducción de parados de larga duración, han permitido que la crisis no se haya traducido en una sangría laboral, como en España. El resultado es una sociedad igualitaria, sin pobreza y alta movilidad social, natalidad, competitividad, innovación, y comercio exterior.

España es lo contrario del modelo escandinavo: un país endeudado hasta las cejas, donde lo público prepondera sobre lo privado, y que cuenta con multitud de monopolios-oligopolios que empobrecen y generan desempleo. Por ello, tiene mucho que aprender, especialmente ampliando la colaboración pública-privada para no aumentar el peligroso déficit público (11’2% en 2009) y no poner en peligro las infraestructuras estratégicas, ya que son productivas, mejoran las comunicaciones, elevan la competitividad y garantizan el crecimiento. Para atraer a la iniciativa privada hay que realizar políticas de evaluación económica y máxima transparencia, mediante due dilligences que garanticen la viabilidad de las inversiones, para que las voluntades políticas no se impongan a la lógica y que los organismo públicos no acometan más obras improductivas e innecesarias.

Tenemos que abordar un proyecto integrador de país, porque ya se ha alcanzado una situación casi insostenible en desempleo (más del 20%) solamente soportado por la economía sumergida (un 23% del PIB), y debatir sobre lo que tiene justificación económica y social.

Gastar con cabeza
La inversión pública sólo se justifica sí los beneficios sociales superan a los costes, y este principio ha sido olvidado. El Estado no supo gastar en función de nuestra economía real, y este descontrol ha llevado a un gran déficit público y a proyectos de escasa justificación económica y/o social. Ahora, habrá que realizar una evaluación objetiva que contemple aspectos socioeconómicos, territoriales y medioambientales precisos, para priorizar las inversiones más eficientes y descartar lo que no sea productivo y/o aporte cohesión. El recorte ya está anunciado, solo falta saber como y donde. Nuestro país cuenta con:
  • Exceso de carreteras en ciertas zonas (con intensidades de tráfico bajas, autovías paralelas a autopistas, etc.) y escasez de otras. En general ya están casi todas hechas, aunque es urgente mantener y mejorar algunas.
  • Demasiados aeropuertos y en su inmensa mayoría no rentables, por lo que habrá que estudiar cuales se mantienen. No puede continuar el monopolio de AENA, el gestor aeroportuario con más pérdidas del mundo.
  • Multitud de pequeños puertos con escasa viabilidad, donde se han dilapidado enormes recursos. Es necesario uno o dos macropuertos por fachada, ya que necesitamos atraer las grandes rutas marítimas para abaratar las mercancías. Deben ser privados, de gran superficie portuaria, longitud de atraque, ZAPLI, calado (> 22 m), y con tarifas libres.
  • Ínfimo transporte de mercancías por FFCC. A pesar de ahorrar energía y costes (congestiones viarias, medioambientales y siniestralidad) su 4% de cuota se debe al monopolio de RENFE, uno de los gestores ferroviarios que más dinero pierde en el mundo. Hay que fomentar la intermodalidad puertos-plataformas logísticas con dos ejes prioritarios: Algeciras-Murcia-Valencia-Barcelona-Francia y Portugal-Vigo-A Coruña-Ferrol-Gijón-Santander-Bilbao-Francia.
  • Demasiados kilómetros de AVE. Los trazados que se construyan deben ser mixtos (pasajeros-mercancías ligeras) para poder rentabilizarlos, aunque lo mejor sería apostar por el tren de mercancías convencional al igual que el resto de países europeos. Por otro lado, sorprende que diez empresas españolas hayan presentado propuestas para construir y explotar trazados de alta velocidad en EE.UU., pero ni una sola en España. Algo se está haciendo mal.
  • Muchos monopolios y oligopolios. Hay que liberalizar los mercados dando entrada a nuevos operadores para abaratar productos y servicios.
Toda fiesta tiene su resaca, y los mercados y la UE nos han leído la cartilla y obligado a severos recortes, donde los errores de unos pocos los pagan como siempre los más débiles. España tiene que ganar el futuro adoptando virtudes del modelo escandinavo: esfuerzo, disciplina, austeridad, laboriosidad, empeño en el trabajo bien hecho, salarios en función de la productividad, tasas de ahorro elevadas, visión a largo plazo, participación de la iniciativa privada en los grandes ejes de la economía, I+D+i, etc. Es decir, saber gastar con cabeza.